Ulises en obras
El País. “Babelia” (20/IX/03), pág. 16.
Una invitación renovada para leer la obra cumbre de James Joyce sin prejuicios ni limitaciones. Que cada lector proponga su propia lectura. Este es el espíritu de la obra de Julián Ríos que ahora se reedita, una novela comentada de aquella obra y, a su vez, su comentario novelesco. El amor y el humor como una variación permanente del Ulises.
CASA ULISES
Julián Ríos
Seix Barral, Barcelona, 2003
271 páginas. 18 euros
JULIO ORTEGA
Publicado en 1991 en un majestuoso y festivo álbum con el título de Ulises ilustrado (Circulo de Lectores), que firmaban Eduardo Arroyo y Julián Ríos como actores de una colaboración sistemática y pródiga, este libro se presenta, ahora sin las ilustraciones, como una novela comentada del Ulises de James Joyce y, a la vez, como su comentario novelesco. La novela que se despliega en el comentario erudito, biográfico y literario, se entrecruza con el comentario desplegado en el juego de leer alusiva y, casi, abusivamente. Si la novela va de vuelta, el comentario viene de ida. Releer el Ulises es reescribirlo, nos dice Ríos, porque en la escritura está todo el lenguaje y, en éste, un mundo habitable.
Como todo clásico moderno, el Ulises incluye la biblioteca que lo ha anotado y sobreexplicado. Ríos demuestra que esa biblioteca consigna también su catálogo de lectura y que cada lector propone uno propio. En la lectura más actual coinciden dos modos de leer esta novela: el que privilegia su geometría emotiva y el que favorece una intervención operativa.
En Casa Ulises, el primer modo aparece representado por el Cicerone, que recorre Dublin como mapa literal de un día narrado por Joyce. Bloom sale temprano de su casa, ese 16 de junio, y volverá tarde, luego de haber visitado o repasado la torre, el bar, la biblioteca, el burdel, los baños, la imprenta, el cementerio, los espacios, en fin, de su mundo afectivo. Julián Ríos acompaña a Bloom de la mano de Joyce, viendo a éste en aquél, esquivo pero implicado. Herido por los celos, desengañado de su papel menor en el mundo, Bloom es el héroe moderno: urbano, mediocre, incierto. Es un Quijote sensiblero y desencantado, de quien se burlan los chicuelos imitándole, a sus espaldas, el paso plano. Ríos sigue a Bloom para encontrar a Joyce; con empatía acuciosa, lo descubre espiando a Bloom en el espejo.
El otro modo de leer, el de la intervención operativa, predica que una novela mayor es aquella. que nos permite entrar en ella, desmontaría y hacerla nuestra. No sólo porque la autoría es un trabajo en marcha, sino porque la novela es una caja de herramientas. Con su audaz demanda de una lectura que proclama “manos a la obra”, Ríos se complace en esta práctica de desanudar las tramas. Cada palabra de la novela le suscitan otras; un personaje, otro libro; y el libro, otros autores. “Al mito me remito”, anuncia. Ulises, así, es una casa en obras.
Si el primer modo de leer supone la definición de la novela como la aventura de un héroe en pos de autenticidades que el mundo ignora; el segundo presupone que la novela es la aventura de un lector que la rehace (hace suya) para que el lenguaje torne más habitable este mundo. Si una lectura es emotiva y crítica, la otra es divertida e irónica.
La grandeza, claro, del Ulises de Joyce es permitirse hacer de cualquier lectura otra novela. Julián Ríos apuesta por esa ambición desmedida, o sea, tan admirable como irresoluble. Y logra, gracias al riesgo, recontar el Ulises como si fuese una forma superior de la manía literaria. O sea, una pasión “al pie de la letra”.
Esta “misa-parodia”, que celebran tres lectores distintos (un lector maduro y novelesco, un crítico viejo y erudito, y una lectora joven y biográfica) termina demostrando que el amor (“¿cuál es la palabra que conocen todos los hombres?”) y el humor son una variación permanente que el Ulises celebra y esta Casa Ulises tributa. Esta invitación a frecuentar la casa joyceana es, al final, una apuesta por la renovación del vecindario narrativo.