El Mundo Sevilla. pág. 8. Por Eva Díaz Pérez.
PUEDE QUE NO HAYA nada más discreto y silencioso que una fiesta literaria en Sevilla. Así pasó con el Bloomsday, ese día en el que se conmemora la acción del Ulises, de James Joyce. Es natural. Aún apesta la ciudad a eructos verdesque no joyceanos ni irlandesesde hinchas vocingleros. Y para los libros sólo quedan las migajas podridas de la ciudad.
Todos los 16 de junio, una sociedad casi secreta de joyceanos se reúne para leer pasajes de la novela de Joyce. A veces, entre las brumas de las pintas de cerveza negra se adivina el río Liffey y la Torre Martello, como si por un momento Sevilla se convirtiera en Dublín. Cosas de la literatura…
Este año pasó más discretamente que nunca la jornada del Bloomsday. Esta fiesta literaria, impulsada por el escritor Juan Antonio Maesso quedó huérfana de la institución que más la ha apoyado desde que en 20001empezase a celebrarse por las calles de la ciudad. Se nota la indiferencia de un personaje siniestro para a cultura que es Fernando Rodriguez Villalobos, presidente e la Diputación, que también amenazó con acabar con el Festival de Danza en Itálica.
Pero el Bloomsday sigue, a pesar de los ignorantes. Y es que en junio, Sevilla adquiere un color macilento de ciudad vieja y sucia como decía Joyce de su Dublín natal. Se oye el acento de Galway que parece que tenía Nora, la mujer del escritor maldito, aquel 16 de junio de 1904 en que transcurre la acción de la novela que cambió la historia de la literatura contemporánea. A fin de cuentas, Joyce huyó de su ciudadcon esa mezcla peculiar de amor y odio que despenden las ciudades hermosas y arrogantesy reposa en una tumba de Zurich. Sevilla también tiene a sus poetas dispersos por las fosas del mundo.
Joyce sabía que si algún día Dublín desapareciera del mapa, se podría reconstruir basándose en su libro. En las rutas del Bloomsdayde Middle Abbey a Kildare Street–, Dublín se recorre pisando aceras e las que está señalando el pasaje literario en el que aparece ese lugar. No hay duda de que es una ciudad escrita. ¿Lo es también Sevilla?
De momento, Sevilla sólo aspira a tener una casa de los poetas. mientras que Dublín cuenta con un museo dedicado a sus escritores: Joyce, Wilde, Yeats–que en 1927 paseó por Sevilla– Bernard Shaw, Bram Stoker, Flann OBrien, Thomas Moore. Y así, González Ruano escribió a propósito del obituario al sevillano Cansino Assens que España no comprendía a sus poetas. Ni siquiera sabía enterrarlos.
Fue en 1929 cuando se celebró un almuerzo en un hotel de las afueras de París un almuerzoDéjeuner Ulyssededicado a la obra de Joyce, aunque el Bloomsday no se celebró oficialmente hasta 1954. El año pasado, subieron a las torres de la ciudad los joyceanos sevillanos, esos letraeheridos que tiene, aunque no se den cuenta, un tono verdoso en sis ojos marcado por la lectura de esta novela-mundo.
El mapa de Sevilla se transformó en una ciudad de Torres Martellola de Sandycove–, con la que da inicio la obra. La torre del Oro, la de la Plata, la de Don Fadrique se asomaban al vértigo de la lectura. Este año estaba previsto emular ese itinerario tabernario y lírico del Dublin Literary Pub Crawl Pubs para brindar con cerveza Guinnes y whisky en esas tabernas castizas de serrín y cabezas de toros asesinados en tardes de albero y alamares. El pub Day Byrne (en el número 21 de Dulke Street)) aparece en el relato Contrapartidas de Joyce y el Egans (Abbey Street, 78) en Dos galanes, también del libro Dublineses. Y en las tabernas de Sevilla se han escrito muchos poemarios.
El poeta Antonio Rivero, que en estos días recuerda a Leopold Bloom y Stephen Dedalusprotagonistas del Ulisesmientras se la escapan frases en gaélico, comenta qe ne Dublín existe una Sevilla Place que tiene una iglesia llamada de San Lorenzo OToole. Y la Alameda canalla evoca en cierto momento de la tarde el Temple Bar, el barrio bohemio dublinés. Lo sabe Francisco García Tortosa, el traductor de referencia del Ulises.
Habría que buscar si en la catedral de Sevilla está enterrado algún escritos, como en la de San Patricio está Jonathan Swift. Donde parece que la capital irlandesa se topa con el reflejo de su sureña ciudad gemela es en el río Liffey. Pasean al atardecer los joyceanos por el puente del Medio Penique. ¿O es el de Triana?