Contestar verdadero o falso.
- Stephen está amargado desde el principio.
- En el patio hay un jardinero sordo, con mandil, con la cara de William Blake.
- Buck Mulligan ha olvidado lo que le dijo a Stephen sobre su madre.
- La canción que la madre de Stephen recuerda es el misterio amargo del odio.
- “La cara oronda sombreada y la adusta mandíbula ovalada recordaban a un prelado, protector de las artes en la edad media” se refiere a Buck Mulligan.
- Aparentemente Stephen se lava una vez al mes.
- Un jardinero sordo enmascarado con la cara de Matthew Arnold, empuja el cortacésped por la hierba umbría.
- El ascensor no funciona en Martello Tower.
- Haines es el propietario de la torre.
- Haines se está afeitando.
- Stephen aguantó que le sacara y mostrara por un pico un sucio pañuelo arrugado. Buck Mulligan limpió la hoja de la navaja meticulosamente. Luego, reparando en el pañuelo, dijo:
- Dios dijo quedadamente. ¿no es el mar como lo llama Algy: una gris dulce madre? El mar verde moco. El mar acojonante. Epioinopaponton. ¡Ah, Dedalus, los turcos! Tengo que enseñarte. Tienes que leerlos en el original. Thalatta thalatta! Es nuestra inmensa dulce madre. Ven a ver. Stephen se levantó y fue hacia el parapeto. Apoyándose en él, miro abajo en el agua y al barco correo que pasaba por la bocana de Kingstown.
- Gracias, dijo Stephen. No me los voy a poner si son grises.
- Stephen desvió la mirada del mar a la cara oronda de ojos inquietos azulhumo.
- Porque tú tienes esa condenada vena judía, sólo que inyectada al revés.
- Yo soy el chico/ que puede gozar/ inmortalidad
- Soy otro ahora, y sin embargo el mismo. Sirviente también.
- Stephen puso el cuenco de afeitar en el armario. Una figura alta se levantó de la hamaca donde había estado sentada, se dirigió a la entrada y abrió de un tirón la contrapuerta.
- Vieja tetas secas. Vertió de nuevo hasta arriba una medida y la chorrada. Vieja y arcana había entrado desde un mundo matutino, tal vez mensajera.
- Él es inglés, dijo Buck Mulligan, y piensa que deberíamos hablar inglés en Irlanda.
- Saludó con una reverencia y salió, seguida por lo salmodia cariñosa de Buck Mulligan:
- Buck Mulligan le dio con el pie a Stephen por debajo de la mesa y dijo en tono entusiasta: – espera a oírle hablar de Macbeth, Haines.
- Hemos superado a Wilde y las paradojas. Es bastante sencillo. Demuestra por álgebra que el nieto de Hamlet es abuelo de Shakespeare y que él mismo es el espectro de su propio padre.
- Leí una interpretación teológica de de la misma en algún sitio, dijo absorto. La idea del Padre y del Hijo. El Hijo intentando reconciliarse con el Padre.
- No deberíamos reírnos, supongo. Es más bien blasfemo. No es que yo sea creyente, tengo que decir. Aún así su alborozo borra la ofensa de alguna manera ¿no crees? ¿cómo lo llamo? ¿José el fijador? – la balda de Jesús jacarero, contestó Stephen.
- Soy el sirviente de dos amos, dijo Stephen, el uno Inglés y el otro Irlandés
- Heines se quitó del labio inferior unas hebras de tabaco antes de hablar.
- Los orgullos y potentes títulos de tañeron en la memoria de Stephen el triunfo del bronce estridente: et unan sanctamcatholicam et apostolicamecclesiam: el lento desarrollo y cambio de ritos y dogmas como sus propios y excepcionales pensamientos, un misterioso proceso estelar.
- Desde luego que soy británico, dijo la voz de Haines, y me siento como tal. No quisiera tampoco ver a mi país en manos de jesuitas alemanes. Ese es nuestro problema nacional, me temo, ene estos momentos.
- El hombre que se ahogó. Una vela que vira en la bahía solitaria esperando que un henchido dardo surja, que vuelva hacia el sol una cara tumefacta, blanca de sal. Aquí me tenéis.
- ¿Aún allí? He recibido una tarjeta de Bannon. Dice que ha encontrado una linda jovencita allí. La chica de las fotos se llama.
- Empieza la semana que viene a pringar. ¿conoces a esa pelirroja Carlisle, Lily?
- Asintió con la cabeza para sí mientras se quitaba los pantalones y se ponía de pie, repitiendo el dicho vulgar: – Las pelirrojas retozonas como cabras.
- Stephen tiró dos peniques en el blando montón. Vistiéndose desvistiéndose. Buck Mulligan erguido, con las manos juntas delante, dijo solemnemente: – Aquel que roba al padre le presta al Señor. Así hablo Zaratrusta.
- Hasta la vista, dijo Haines volviéndose al tiempo que Stephen subía por el sendero, y sonriéndose del irlandés salvaje. Cuerno de toro, casco de caballo, sonrisa de yute.
- El nimbo gris del sacerdote es un hueco donde se vestía discretamente. No dormiré aquí esta noche. A casa tampoco puedo ir. Una voz de tono dulce y prolongada le llamó desde el mar. Al doblar la curva dijo adiós con la mano. Llamó de nuevo. Una cabeza parda y lustrosa, la de una foca, allá adentro en el agua, redonda. Usurpador.
- Majestuoso, el orondo BuckMulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un Batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana.
- Porque esto, oh amadísimos, es la verdadera cristiana. Cuerpo y alma y sangre y clavos de Cristo. Música lenta, por favor. Cierren los ojos, caballeros. Un momento. Un pequeño contratiempo con los corpúsculos blancos. Silencio, todos.
- Mi nombre es absurdo también: Buck Mulligan, dos dáctilos. Pero suena helénico ¿no? Ágil y fogoso como el mismísimo buco. Tenemos que ir a Atenas. ¿vendrás s consigo que la tía suelte veinte libras?
- La tía piensa que mataste a tu padre, dijo. Por eso no me deja que tenga nada que ver contigo.
- Silenciosamente, en sueños se le había parecido después de su muerte, el cuerpo consumido en una mortaja holgada marrón, despidiendo olor a cera y palo de rosa,
- Lo trinqué del cuarto de la chacha, dijo BuckMulligan. Le está bien merecido. La tía siempre coge sirvientas feúchas para Malachi. No lo dejes caer en la tentación. Y se llama Lily.
- Y no te apartes y les des más vueltas al misterio del amor amargo.
- ¡Ay lo pasaremos muy divertido,/ bebiendo güisqui, cerveza y vino!
- Podemos tomarlo solo, dijo Stephen sediento. Hay un limón en el armario.
- Cuando hago té, hago té y cuando hago vino hago vino.
- Luego, ensombreciéndosele repentinamente la cara, gruñó con enronquecida voz carrasposa mientras seguía cortando vigorosamente la hogaza:
- ¿Es usted un estudiante de derecho, señor? preguntó la mujer mayor –lo soy , señora, Buck Mulligan respondió.
- Me propongo recopilar tus dichos, si me dejas.
- ¿Qué piensas de Hamlet? Preguntó Haines a Stephen. No, no, gritó Buck Mulligan con dolor. No estoy ahora para Martin Thomas y las cincuentaicinco razones que he recopilado para apoyarlo. Espera a que me haya metido unas cuantas cervezas primero.
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