- Fabulada por las hijas de la memoria. Y, sin embargo, fue de alguna manera, si no tal como la memoria lo fabulara. Una frase, pues, de impaciencia, ruido sordo de alas de exuberancia de Blake.
- Esa frase el mundo la había recordado. Obtusa seguridad de conciencia. Desde una colina que domina una explanada sembrada de cadáveres un general arenga a sus oficiales, apoyado en su lanza.
- Un cartucho de panecillos de higos se encontraba bien guardado en la cartera de Armstrong. Los enrollaba entre las plasmas a ratos y los tragaba suavemente. Migajas pegadas en sus labios rojos. Aliento dulzón del niño.
- Si sabían: ni habían aprendido ni jamás habían sido inocentes. Todos. Con envidia observó las caras: Heidi, Ethel, Gerty, Lily.
- El espigón de Kingstown, dijo Stephen. Sí, un puente frustrado. Las palabras turbaron sus miradas.
- De no haber caído pirro a manos de una buscona en Argos o no haber sido Julio César apuñalado de muerte. No deben desterrarse del pensamiento.
- Recitó ristras de versos echando ojeadas furtivas al texto;- no lloreís más, tristes patrones, no lloréis más pues Licas, vuestro pesar, no está muerto, aunque hundido esté bajo la piel de las ondas
- Debe ser un movimiento pues, una actualización de lo imposible como posible. La frase de Aristóteles tomó forma en los versos chachareados y salió flotando adentrándose en el silencio aplicado de la biblioteca de santa Genoveva donde había leído.
- Pensar es el pensar del pensar. Luz sosegada. La forma es de alguna manera todo lo que es. El alma es la forma de las formas.
- De aquel que caminó sobre las olas. Aquí también en estos corazones miserables se posa su sombra y en el corazón y los labios del burlón y en los míos.
- El zorro enterrando a su abuela bajo un acebo.
- Feo y fútil: cuello delgado y cabello grueso y una mancha de tinta, la estela de la serpiente. Y sin embargo alguien lo había amado, llevado en brazos y en el corazón. De no haber sido por ella, la raza humana lo hubiera pisoteado, como caracol aplastado sin cascarón.
- Una pobre alma que ascendió a las alturas: y en un brezal bajo las estrellas parpadeantes un zorro, fetidez roja de rapiña en su piel, con brillantes ojos despiadados, escarba en la tierra, escucha, escarba en la tierra, escucha, escarba y escarba.
- Sentado a su lado, Stephen resolvía el problema. Demuestra por álgebra que es el espectro de Shakespeare es el padre de Hamlet. Sargento miraba de reojo a través de sus gafas caídas.
- Averroes y Moisés maimonides, hombres oscuros de semblante y ademanes, difundiendo desde sus espejos burlones el alma turbia del mundo.
- Amor matris: genitivo subjetivo y objetivo
- Enigmas, silenciosos, pétreos se aposentan en los oscuros palacios de nuestros dos corazones: enigmas hastiados de su tiranía: tiranos, dispuestos a ser destronados.
- De pie en el soportal contempló al rezagado que aligeraba hacia el reducido campo donde voces agudas se enfrentaban. Los dividieron en equipos y Stephen se vino pisando matas de hierba con pies abotinados.
- Las voces agudas gritaban a su alrededor por todos lados: sus figuras vanadas se apretujaron en torno a él, el sol deslumbrante blanqueándose la miel de la cabeza mal teñida.
- Sobre el aparador la bandeja de monedas Estuardo, tesoro vil de un tremedal: y siempre lo será. Y bien guardados en el cubertero de velludillo púrpura, descolorido, los doce apóstoles habiendo predicado a todos los gentiles: por los siglos de los siglos.
- Buccinos y caus y conchas leopardo; y ésta, en espiral como el turbante de un emir, y ésta, la venera de san Pedro. (dijo Mr. Deasy)
- La mano de Stephen de nuevo libre, volvió las conchas vacías. Símbolos también de belleza y orgullo. Un fajo en mi bolsillo: símbolos ensuciados por la codicia y la miseria.
- La misma habitación y hora, la misma sabiduría: y yo el mismo. Tres veces con ésta. Tres lazos que me atan aquí. ¿Y qué? Podría romperlos en este instante si quisiera.
- Dinero es poder. Cuando haya vivido tanto tiempo como yo. Lo sé, lo sé. Si al menos la juventud lo supiera. Pero ¿qué dice Shakespeare? Coge dinero en tu bolsa.
- Él entendía de de dinero, dijo Mr. Deasy. Hizo dinero. Un poeta, sí, pero inglés también. ¿Sabe cuál es el orgullo de los ingleses? ¿sabe cuál es la palabra más orgullosa que escuchará jamás de la boca de un inglés?
- Sobreaño de los mares. Sus ojos fríos como el mar miraron la bahía vacía: la historia tiene la culpa: en mí y en mis palabras sin odio.
- Pero algún día debería sentirlo. Somos gente generosa pero también debemos ser justos.
- ¿Sabe usted que las logias de Orange se alzaron para que la unión se revocara veinte años antes de que O´Connell lo hiciera o antes de que los prelados de su creencia lo tacharon de demagogo?
- Gloriosa, pía e inmortal memoria. La logia de Diamond en Annagh la espléndida engalanada por doquier con cadáveres de papistas.
- Yo tengo sangre rebelde en las venas también, dijoMr. Deasy. Por parte del huso. Pero desciendo de Sir John balckwood que votó a favor de la unión. Somos todos británicos, todos hijos de reyes.- ¡Ah! Dijo Stephen.
- Per vías rectas. Dijo Mr Deasy firmemente, era su lema. Votó a favor y se calzó las botas de montar para cabalgar hasta Dublín desde Ards of Don y hacerlo.
- ¡Día metido en agua, Sir John! ¡Día metido en agua, su señoría!.. ¡Día!.. ¡día!… dos botas de montar a paso de portantillo hacia Dublin. Lanlá, rilá. Larilá, nlarí.
- Stephen se sentó silenciosamente ante la personalidad principesca. Enmarcadas a lo largo de las paredes imágenes de yeguas desaparecidas rendían homenaje, sus mansas cabezas en elegante porte.
- Por entre jugadores de dados y tahúres nos apresurábamos tras los cascos, las gorras y chaquetas rivales, dejando atrás a la mujer de cara amondongada, señora de carnicero, que hocicaba sedientamente su gajo de naranja.
- De nuevo: un tanto. Estoy entre ellos, entre sus cuerpos enzarzados en confuso enfrentamiento, la justa de la vida. ¿Quiere decir el mimadito de mamá zambo y con cara de resaca? Justas.
- He reducido el asunto a unas pocas palabras, dijo Mr. Deasy. Se trata de la fiebre aftosa. Échele un vistazo. No puede haber discrepancias sobre el asunto.
- Me permite abusar de su valioso espacio. Esta doctrina del laissezfaire que tan a menudo en nuestra historia. Nuestro negocio de ganado. Al modo de toda nuestra vieja industria.
- Perdonada una alusión clásica. Cristina. Por una mujer que no era más que una mujer. Concretando el tema.-No ando con rodeos ¿verdad? Preguntó Mr. Deasy mientras Stephen seguía leyendo.
- Amable ofrecimiento una oportunidad. Los dictados del sentido común. Importantes respuestas. En todos los sentidos de la palabra coger al toro por los cuernos.
- Se muere, si no está muerta ya. De calle en calle el grito de la ramera tejerá el sudario de la vieja Inglaterra.
- Riquezas acumuladas al lado del camino: saqueando y transferido. Sus ojos sabían de los años errantes y, impacientes sabían la deshonra de su carne.
- Los caminos del Creador no son nuestros caminos, dijo Mr. Deasy. Toda la historia humana se dirige hacia una gran meta, la manifestación de dios.
- La mujer introdujo el pecado en el mundo. Por una mujer que no era más que una mujer, helena, la esposa fugada de Agamenón, durante diez años los griegos hicieron la guerra a Troya.
- Muchos errores, muchos fracasos, pero no el pecado único. Yo soy un luchador ya al final de mis días. Pero lucharé por lo que creo justo hasta el final.
- Presiento, dijo Mr. Deasy, que no permanecerá usted aquí mucho tiempo en este trabajo. No nació usted para portero, creo.
- Anoche escribí a Mr. Field, miembro del parlamento. Hay una reunión de la asociación de tratantes hoy en el Hotel City Arms. Le pedí que sometiera el texto de mi carta a la asamblea.
- Los leones acostados sobre las columnas al cruzar la cancela: terrores moznados. Y sin embargo le ayudaré en su lucha. Mulligan me investirá con un nuevo nombre: el bardo valedor de bueyes.
- Sólo quería decirle, dijo. Islandia, se dice, tiene a honra ser el único país que no persiguió nunca a los judíos. ¿Sabe usted eso?
- Un borbotón de risa le saltó de la garganta arrastrando consigo una resonante cadena de flema. Se volvió apresuradamente tosiendo, llorando, los brazos alzados saludando al aire.
- Sobre sus sabios hombros por el escaqueado de hojas el sol irradiaba lentejuelas, monedas danzarinas.
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